La Liturgia se puede asemejar a
una gran catedral por su fuerza artística, su firmeza, su belleza y su
constante remisión a Dios. Pero para iniciar el camino que me propongo,
prefiero la imagen de una montaña para la Liturgia tridentina.
En
ese camino para caminantes nos
puede traer a la memoria imágenes como la Iglesia Peregrina (y militante), el
homo víator, la ascesis necesaria para la mística (Subida al monte Carmelo),
etc. Pero en este caso, como la Misa es la renovación incruenta del Sacrificio
de Jesucristo en la Cruz, en el monte Gólgota (conocido también como el
Calvario), creo que es lo más acertado posible.
Sin
duda, todas los ascensos suelen tener un sabor áspero, seco, costoso y sobrio.
Aunque en el caso de las montañas, tenemos el consuelo de la belleza que nos
circunda Análogamente podríamos decir que los primeros contactos con la Misa
tradicional, nos resultan ásperos y sobrios. Si tenemos la suerte de una Misa
cantada, sentiremos la belleza que nos circunda. Pero aún así, no es suficiente.
No al menos para nosotros. Y me explico. Debido a que estamos acostumbrados a
la liturgia de la Misa nueva, en la que nuestros sentidos, sobre todo el oído y
la vista, están sobre-estimulados, con rara vez momentos de silencios, nos
podemos sentir defraudados. Otro aspecto es nuestro desconcierto al creer
erróneamente que requerimos una participación externa para que sea activa. Ya
iremos desgranando como las disposiciones del orante son más importantes.
También hay que decir que desde los comienzos del movimiento Litúrgico, con San
Pío X y Dom Guéranger, entre otros, se anima al feligrés que participe con los
mismos sentimientos que el sacerdote:
“Tienes que asociar tu corazón
con los santos sentimientos contenidos en estas palabras (oraciones), y de ese
modo debes de seguir todo lo que ocurre en el Altar”. San Pío X
¡Pero no nos desalentemos!
Si después de nuestra experiencia decepcionante con las
primeras tomas en la Misa tradicional, pero seguimos acudiendo es porque
confiamos en la sabiduría de la Santa Madre Iglesia que la ha ido celebrando
casi durante 1500 años. (Aunque sus orígenes son Divinos y no tiene un autor
humano, ya que proviene de la tradición apostólica, es decir transmitida por
Jesucristo Sumo y Eterno sacerdote a los apóstoles; y continuada ortodoxamente
(sana doctrina) por los Padres de la Iglesia).
Y es en este Ordinario de la Misa que tantos santos se han
santificado, poniendo toda su vida alrededor de la misma.
Mi propósito: acompañarte en esta santa peregrinación.
La liturgia es tierra sagrada. Por
ello, no solo deberás descalzarte, sino que tendrás que agachar la cerviz para
entrar. Y no solo eso, tendrás que entrar por la puerta estrecha. Un poco de
ascesis no nos vendrá mal. En estos pequeños sacrificios nos unimos al Sacrificio
de Cristo en cada misa.
Mi propósito es el de poner
pequeñas meditaciones, píldoras digamos, para que vayamos descubriendo los
grandes tesoros y riquezas que esconde es ascenso de la montaña. Riqueza que
trataré de presentar en un equilibrio entre erudición y piedad.
Sin duda no se puede amar lo que
no se conoce. Y es necesario, para el deseo de radicalidad sana del Evangelio
que tiene todo joven, sea colmado. Por ello, como digo anteriormente, os
acompañaré en las ascesis que precede a la mística en el estudio, oración y
meditación profunda que recorreremos.
No me olvido de la cima. Y no es
otra que servir, amar y adorar como Dios quiere. Y así lo ha establecido con el
Vetus Ordo Missae. Y la Esposa del Cordero, la Iglesia, ha ido procurando ser
fiel a ese espíritu. Tenemos que purificarnos de los supuestos derechos del
hombre para con Dios. A veces oímos frases tales como, tengo derecho a
comulgar, tengo derecho etc… Estamos equivocados. Que nuestra brújula en el
ascenso sea el teocentrismo. Aquí estamos hablando de los Derechos de Dios, Ius
Divinum, y nuestros deberes como cristianos: adorarlo cultualmente como Él ha
establecido.
También otro de los objetivos de
este libro es purificar las intenciones para tener las debidas disposiciones para aprovechar todos los
inmensos tesoros de gracias y bienes de la Misa.
Por
eso la primera cautela para el contacto con la Liturgia, es comenzar
olvidándonos de nosotros mismos, para que comience la capacidad de asombro.
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