7 de junio de 2019

Ad Deum qui lætíficat iuventútem meam

Hoy vivimos una exaltación de la juventud. No aceptamos las distintas etapas de nuestra vida. Es sin duda uno de los rasgos del fascismo, la exaltación de la juventud. Con sus virtudes de fuerza, belleza, necesidad gregaria, la potencia de la tabula rasa para que se convierta en acto lo bueno o lo malo, etc.

El Salmo 42 que introduce la Santa Misa de la forma extraordinaria halba de la juventud:

Ad Deum qui lætíficat iuventútem meam. Al Dios que es la alegría/gozo de mi juventud.

Entiendo yo que el salmista se refiere al Dios de la vida. No podemos obviar que el dolor, la muerte y la enfermedad es la consecuencia del pecado de desobediencia, el pecado original de nuestros primeros padres.

También entreveo que las característias normales de una juventud sana es la de la capacidad de asombro, plenitud de energía, ilusión por varios proyectos de vida, etc. Digo normalmente, cuando en realidad debería de decir ocasionalmente. La inmensa mayoría de la gente joven, en la que yo me contaba antes de mi juventud, quieren vivir los valores inversos a los antes mencionados. Quieren vivir en la cultura de la muerte, porque es la que conocen, es la que proponen desde el mainstream, porque tiene cierto punto de heroicidad mal pensada; pero sobre todo,  por el cinismo ante una vida no sobrenatural, plana, naturaliza, material, tangible... y que no llena su deseo infinito de alegría. Ese deseo que solo puede ser colmado con el encuentro personal con Jesucristo, que como Dios es infinito.

Ahora bien, esos ideales buenos de la juventud, esas virtudes desarrolladas por los medios sensibles de la gracia (Confesión y Eucaristía), no son solo para los jóvenes de edad, sino para todas las etapas de la vida, donde quizás el cuerpo vaya mostrando los signos del paso del tiempo, una cierta decrepitud, pero que el alma en gracia vive en esa juventud, en esa vida de gracia.

Toda esta reflexión viene al hilo de la entrevista que recoge hoy el P. Javier Olivera Ravasi, de la revista Hispánicum, sobre su amigo y compañero de la Orden de San Elías, el Padre Federico Highton, respecto a la última pregunta:

Por último, a los jóvenes católicos sedientos de Verdad, Bondad y Belleza, ¿qué les dice?
Mi consejo es que estudien y mediten los ejemplos y vidas de los grandes santos y los grandes héroes. Porque el conocimiento de los arque­tipos es algo que nos estimula máximamente a obrar el bien.
FuenteRevista Hispánica, Nro 91. Madrid 2019.

P. Federico Highton


Añadiría a la respuesta de la última pregunta que mucha de la sed de los jóvenes, que están rodeados e inmersos en la cultura de la muerte y que reaccionan con cinismo ante la vida,  respecto a la necesidad existencial de Verdad, Bondad y Belleza lo pueden encontrar en la Santa Misa Tradicional, en cuanto a sus tres dimensiones: litúrgica, doctrinal y de piedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario