22 de noviembre de 2018

Apunte 1



La Liturgia se puede asemejar a una gran catedral por su fuerza artística, su firmeza, su belleza y su constante remisión a Dios. Pero para iniciar el camino que me propongo, prefiero la imagen de una montaña para la Liturgia tridentina.

            En ese  camino para caminantes nos puede traer a la memoria imágenes como la Iglesia Peregrina (y militante), el homo víator, la ascesis necesaria para la mística (Subida al monte Carmelo), etc. Pero en este caso, como la Misa es la renovación incruenta del Sacrificio de Jesucristo en la Cruz, en el monte Gólgota (conocido también como el Calvario), creo que es lo más acertado posible.

            Sin duda, todas los ascensos suelen tener un sabor áspero, seco, costoso y sobrio. Aunque en el caso de las montañas, tenemos el consuelo de la belleza que nos circunda Análogamente podríamos decir que los primeros contactos con la Misa tradicional, nos resultan ásperos y sobrios. Si tenemos la suerte de una Misa cantada, sentiremos la belleza que nos circunda. Pero aún así, no es suficiente. No al menos para nosotros. Y me explico. Debido a que estamos acostumbrados a la liturgia de la Misa nueva, en la que nuestros sentidos, sobre todo el oído y la vista, están sobre-estimulados, con rara vez momentos de silencios, nos podemos sentir defraudados. Otro aspecto es nuestro desconcierto al creer erróneamente que requerimos una participación externa para que sea activa. Ya iremos desgranando como las disposiciones del orante son más importantes. También hay que decir que desde los comienzos del movimiento Litúrgico, con San Pío X y Dom Guéranger, entre otros, se anima al feligrés que participe con los mismos sentimientos que el sacerdote:
“Tienes que asociar tu corazón con los santos sentimientos contenidos en estas palabras (oraciones), y de ese modo debes de seguir todo lo que ocurre en el Altar”. San Pío X

¡Pero no nos desalentemos!
Si después de nuestra experiencia decepcionante con las primeras tomas en la Misa tradicional, pero seguimos acudiendo es porque confiamos en la sabiduría de la Santa Madre Iglesia que la ha ido celebrando casi durante 1500 años. (Aunque sus orígenes son Divinos y no tiene un autor humano, ya que proviene de la tradición apostólica, es decir transmitida por Jesucristo Sumo y Eterno sacerdote a los apóstoles; y continuada ortodoxamente (sana doctrina) por los Padres de la Iglesia).
Y es en este Ordinario de la Misa que tantos santos se han santificado, poniendo toda su vida alrededor de la misma.

Mi propósito: acompañarte en esta santa peregrinación.

La liturgia es tierra sagrada. Por ello, no solo deberás descalzarte, sino que tendrás que agachar la cerviz para entrar. Y no solo eso, tendrás que entrar por la puerta estrecha. Un poco de ascesis no nos vendrá mal. En estos pequeños sacrificios nos unimos al Sacrificio de Cristo en cada misa.
Mi propósito es el de poner pequeñas meditaciones, píldoras digamos, para que vayamos descubriendo los grandes tesoros y riquezas que esconde es ascenso de la montaña. Riqueza que trataré de presentar en un equilibrio entre erudición y piedad.
Sin duda no se puede amar lo que no se conoce. Y es necesario, para el deseo de radicalidad sana del Evangelio que tiene todo joven, sea colmado. Por ello, como digo anteriormente, os acompañaré en las ascesis que precede a la mística en el estudio, oración y meditación profunda que recorreremos.
No me olvido de la cima. Y no es otra que servir, amar y adorar como Dios quiere. Y así lo ha establecido con el Vetus Ordo Missae. Y la Esposa del Cordero, la Iglesia, ha ido procurando ser fiel a ese espíritu. Tenemos que purificarnos de los supuestos derechos del hombre para con Dios. A veces oímos frases tales como, tengo derecho a comulgar, tengo derecho etc… Estamos equivocados. Que nuestra brújula en el ascenso sea el teocentrismo. Aquí estamos hablando de los Derechos de Dios, Ius Divinum, y nuestros deberes como cristianos: adorarlo cultualmente como Él ha establecido.

También otro de los objetivos de este libro es purificar las intenciones para tener las debidas disposiciones para aprovechar todos los inmensos tesoros de gracias y bienes de la Misa.

            Por eso la primera cautela para el contacto con la Liturgia, es comenzar olvidándonos de nosotros mismos, para que comience la capacidad de asombro.

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